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[Original en español]

Hace ya algún tiempo que he gozado del estudio de Ciencia Cristiana...

Del número de abril de 1981 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace ya algún tiempo que he gozado del estudio de Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), y deseo agradecer a Dios por el bienestar que me ha traído. El conocimiento de la Verdad divina nos trae renovación y consuelo, así como salud y felicidad. La Ciencia Cristiana revela nuestra perfección espiritual como hijos amados de Dios y nos enseña que Él es nuestro Padre-Madre, que continuamente cuida de nosotros. Nuestra inspirada Guía nos asegura: “Cuando aprendamos el camino en la Ciencia Cristiana y reconozcamos el ser espiritual del hombre, veremos y entenderemos la creación de Dios, —todas las glorias de la tierra y del cielo y del hombre” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, pág. 264).

Cuando sufría de asma bronquial, llegué al punto que cualquier movimiento me impedía respirar. Por las noches dormía sentada. Después de orar incesantemente para conseguir alivio, solicité ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana.

La siguiente definición de “sustancia” llamó mi atención (ibíd., pág. 468): “La sustancia es aquello que es eterno e incapaz de discordancia y decadencia... El Espíritu, sinónimo de la Mente, el Alma o Dios, es la única sustancia verdadera”. De momento comprendí que lo que parecía ser materia y acción material discordantes era el resultado de la creencia de que la materia tiene sustancia y vida, y de que esta vida depende de órganos llamados bronquios y de la acción llamada respiración. En vez de aceptar este concepto falso y material acerca del hombre, necesitaba refutarlo y darme cuenta de que mi verdadero ser es la expresión del Espíritu.

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